PONIENDO EN RIESGO SU PROPIA VIDA, NO DUDO EN ENGAÑAR A LOS ALEMANES PARA SALVAR A MILES DE PERSONAS
El tifus era la epidemia más temida por el ejército alemán. Su capacidad diezmante preocupaba sobremanera. El mayor error médico del ejército fue conseguir desterrar la enfermedad de toda Alemania, impidiendo la formación de anticuerpos en la tropa Nazi, lo que les dejaba vendidos e indefensos ante un posible contagio.
Por ello tras las primeras bajas y alarmas dedicaron grandes recursos a la terror-investigación. En Buchenwald y otros campos, eran constantes los experimentos con prisioneros para probar las vacunas y pócimas contra el tifus exantemático. Todos los científicos duchos en materia eran reclutados en secreto para intervenir en estas investigaciones. Testimonios escalofriantes en el Juicio de Nuremberg dan fe de ello.
El compañero de Lazowski, el Doctor Matulewicz especialista en medios de diagnóstico, preguntó una tarde de pruebas a su compañero:
-¿Qué ocurriría si en vez de mezclar el Ox-19 con una muestra de sangre se lo inyectáramos a una persona sana? Y si luego le tomáramos una muestra e hiciéramos la reacción, ¿se confirmaría el diagnóstico de tifus?
Inyectaron la muestra a un paciente de la consulta amigo personal de Matulewicz, que estaba desesperado por eludir el reclutamiento Nazi. La prueba tifoidea dio positivo a las 4 horas y a los 6 días. El paciente no desarrollaba ningún síntoma. El experimento fue un éxito. Ambos habían conseguido que la reacción de Weil-Felix arrojara un resultado positivo en una persona sana, por primera vez en la historia, y sin que nadie más en el mundo lo supiera